Sentado en su sillón de diseño de su cómoda oficina en Hollywood, un equilibrado productor le aseguró a Eddie Murphy que alcanzar el éxito era la excepción y no la regla. El actor pensó “yo soy esa excepción”. Razones y películas no le faltaban para creerlo. Comedias como Dr. Dolittle, 48 horas, El príncipe de Zamunda, Un príncipe en Nueva York, El profesor chiflado, y Un detective suelto en Hollywood lo habían transformado en el humorista ya no del momento sino de la década. Su fama era tal que el mismísimo Marlon Brando le confesó que una de sus líneas favoritas no era no un texto de Shakespeare sino una de 48 horas: “Soy tu peor pesadilla, soy un negro con una placa, lo que me da permiso de patear tu maldito trasero”.
Con el cambio de siglo la figura de Murphy adquirió estatus de estrella… fugaz. Sin protagónicos y con su carrera detenida, la única forma de volver a reírse con él era enganchando alguna película en el cable. A él la situación parece no importarle. Varias veces a lo largo de su vida anduvo ganando y perdiendo paraísos…